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Era una loba que estaba a punto de dar a luz y había corrido a guarecerse en algún rinconcito que hiciese de cobijo para sus pequeños. De pronto, el silencio volvió a romperse con el chillido de unos pequeños lobeznos.Los animales del bosque desvelados acudieron a ver que había sucedido allí. Todos se quedaron sorprendidos.
-¡Lobos!- Habían llegado al bosque una pequeña manada de lobos. Los animales se reunieron y hablaron entre ellos:
- ¿Qué haremos?- preguntó la liebre.
- ¡Qué miedo!¡Nos van a comer a todos!- dijo templando el cervatillo.
- Tranquilizaros un momento. Nunca hemos tenido lobos aquí, ellos viven en manadas y la loba está sola- expuso el búho.
- ¿Y si vienen los demás? ¡Qué miedo!- habló temblorosa la ardilla.
- Eso no lo sabemos. Tal vez esté de paso. Hablemos con ella y preguntémosle - interrumpió el búho.
Los habitantes aterrados dieron un paso atrás. Ninguno quería hablar con un lobo. No les interesaba dialogar con semejante animal.
-Está bien, iré yo - dijo resignado el búho.
El sol empezaba a dar sus primeros haces de luz cuando el búho se presentó frente a la loba.
- Qué hijos tan hermosos tienes loba - le dijo el búho mirando a los lobeznos.
- Gracias - respondió la loba.
- ¿De dónde vienes? Anoche parecías agotada y decidimos no molestarte y dejarte descansar - explicó el búho.
- Vengo de muy lejos, huyendo de los hombres - añadió ella.
- ¿Por qué? ¿Te atacaron? - preguntó interesado el búho.
- Vinieron a nuestro bosque, talando árboles, cazando a los animales y han matado a mi manada - contó entristecida.
- ¿Estás sola? - se interesó.
- Sí, dejad que me quede aquí con mis hijos por favor, cuando sean mayores nos iremos. Mis cachorros son muy pequeños y no pueden recorrer grandes distancias - rogó la loba.
- ¿De qué te alimentarás? Los habitantes del bosque están asustados, creen que te los vas a comer - insitió preocupado el búho.
- Puedo comer frutos y pescado, no haré daño a ningún animal del bosque - prometió la loba.
El búho miró a la loba a los ojos y comprobó que estaba diciendo la verdad. Entonces accedió a convencer a los animales del bosque. Consiguió que los animales permitiesen que la loba se quedase.
Pasaron varios meses y los lobeznos se hicieron mayores. Habían crecido en medio del bosque en paz y armonía con el resto de los animales. Una noche la madre loba les dijo:
- Hijos míos voy a la montaña, me he enterado que allí están escondidos algunos lobos de mi antigua manada.
- ¿Por qué quieres ir a buscarlos? - preguntó uno de sus hijos.
- Los lobos necesitamos vivir en manadas.
- ¿Qué es una manada, mamá? - cuestionó intrigado otro.
- Una manada es algo parecido a lo que los humanos llaman familia. Los lobos vivimos juntos y nos protegemos los unos a los otros.
La mamá se despidió de sus hijos y se marchó. Cuando estaba a punto de llegar al lugar donde se encontraban sus congéneres se oyó un disparo. La loba asustada salió corriendo de aquel lugar y regresó al bosque con sus hijos, con tan mala suerte que los hombres la habían seguido. La loba asustada no sabía que hacer. Entonces pidió ayuda a la luna.
- Luna, ayudame. Los hombres me persiguen. Tengo miedo de que les hagan daño a mis pequeños.
La Luna habló desde el cielo. - ¿Qué puedo hacer para ayudarte, loba?
- Oscurecete, así no me verán- le pidió la loba.
En ese instante la Luna se oscureció y los hombres asustados se fueron de aquel lugar porque nunca habían visto desaparecer a la Luna.
- Gracias, Luna - dijo la loba.
- No tienes por qué darlas- respondió la Luna.
Cuando la loba se disponía a marcharse, la Luna la detuvo.
- Espera loba, necesito que me hagas un favor.
- Dime Luna, haré lo que me pidas -habló la loba.
- Vivo muy sola aquí arriba y paso frío por las noches. Me gustaría que le dijeses a uno de tus hijos que se viniese a vivir conmigo. Yo a cambio hablaré con tu manada y la llevaré al bosque. Te esperaré en medio de la espesura cuando haya luna llena - pidió la Luna.
La loba agachó la cabeza y regresó con sus hijos. Sus hijos vieron que su madre había regresado muy triste y pensativa. Ellos estaban muy preocupados por qué no sabían que mal atormentaba a su madre, ella nunca hablaba de lo que le había pasado aquella noche.
Fueron pasando las noches y llegó la noche de la cita. La loba entristecida se puso frente a sus hijos y les dijo.
- Mis queridos pequeños. ¿Os acordáis de la noche en que salí hacia la montaña?
Los lobitos asintieron preocupados con la cabeza.
- Pues bien, esa noche los hombres estuvieron acechándome y la Luna me ayudó. Ella me pidió que uno de vosotros se fuese a vivir con ella al cielo y a cambio ha prometido traer aquí a nuestra manada.
- Yo iré- dijo el pequeño decididamente.
- Yo no quiero que os vayáis ninguno. Me gustaría que conociérais la vida en manada, que aprendiéseis nuestra historia y que conociérais a otros lobos. Así que tras mucho pensarlo, seré yo quien se marche - dijo la mamá entristecida.
Los lobitos no querían que su madre se marchara pero como eran muy obedientes no dijeron nada y acompañaron a su madre al centro del bosque.
La Luna brillaba como una esfera en lo alto del cielo y desde allí habló:
- Loba, ¿cuál de tus hijos se vendrá conmigo?
- Me iré yo, Luna. Quiero que mis hijos conozcan a su familia lobezna - explicó la loba.
La Luna accedió, trajo la manada al bosque y se llevó a la loba. Los lobos miraron al cielo y vieron como la loba lloraba. Entonces los lobos empezaron a aullar, cantándole con sus aullidos una canción, entonces la loba dejó de llorar.
Desde esa noche, los lobos aullan desde la tierra a la loba cada noche de luna llena. Con sus aullidos le mandan su cariño y le cantan una canción que llegan a la loba como una caricia sonora.